Entendí que eras tú, cuando tú perfume embriagaba mis sentidos y permanecian en mi alma hasta nuestro próximo encuentro. Entendí que eras tú la primera vez que te perdí y no era capaz de vivir sin tí. Entendí el significado de la palabra amor cuando compartí contigo mi corazón.
Aquella noche tus manos recorrieron la linea que separa el bien y el mal. Tus labios pecarón sobre mi piel, haciéndome sentir la diosa más maligna del Olimpo. Tú eras el transeunte que decidió recorrer mi mundo, hasta llegar a mi habitación. Necesitabas sentir el placer de lo prohibido para escribir la aventura de pecar sobre papel mojado. Que sensación más extraña; una habitación donde el sexo quedaba en un segundo lugar y dónde le dabamos importancia a los sentimientos más efimeros.
Que sensación la de dormir junto al amor, abrazar al deseo y soñar en la misma almohada...
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