Entre toda esa gente, sabía que te iba a encontrar. Como si de un radar se tratase. Me bastó verte de espaldas para saber que me esperabas a mi. Todo estaba estudiado aunque nosotros no supiéramos la lección. Se que me esperabas, que después de tanto tiempo volverías a probar mi dulce hiel. Nuestras miradas se cruzaron, y tú sonrisa imposible de comparar con nadie en esa sala me sonreía solo a mi.
Sus palabras después de tanto tiempo, me hicieron revivir todos esos momentos de placer a su lado. Todo lo que pensaba olvidado...volvía a crecer dentro de mi. Su mirada penetrante y sus labios humedecidos por aquella copa de vino, querían volver a sentir mi desnuda espalda. Un pequeño gesto quería que nos retirásemos a un lugar secreto...como en los viejos tiempos. Como olvidar lo que era estar a solas contigo. En aquella desconocida oficina y sin cerradura...me daba igual, hacía demasiado tiempo que no le probaba. Sentado en aquella gran silla de cuero me arrodillaba ante él. Volvía saborear su miembro, lamiéndolo poco a poco y muy dulcemente como a él le gustaba que se lo hicieran.
Dejé de escuchar ruido allí fuera por un instante, solo podía sentir su respiración cada vez mas fuerte y su cara de placer mirando como me introducía en mi boca todo lo que yo mas deseaba. Sabía que yo también quería, nunca fuiste egoísta. Sus fuertes brazos me postraron sobre la mesa, buscaban mi sexo para introducir el suyo. Mis piernas rodeaban su cuerpo y sus movimientos cada vez mas rápidos hacían que sintiera ese dolor placentero que solo él sabía crearme. Era imposible no gritar, era imposible no pensar que allí fuera estuviera lleno de gente hipócrita felicitándose por sus grandes éxitos profesionales...en ese momento solo pensaba en nosotros...y sobretodo en nuestro placer. Me encontraba tan humedecía que su pene entraba como si estuviera creado para mi. Me acariciaba mis pechos mientras yo me masturbaba. Él me miraba...y me miraba...y gozaba viendo como me tocaba, sin dejar de penetrarme. Adoraba que me dijera que me corriera para él...y así lo hacía mientras él rociaba todo mi pubis con su semen. Volvimos a sentir un orgasmo prohibido pero esta vez...no en su oficina.
Resultó ser el cocktail navideño mas blanco que jamás hubiera imaginado...
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